jueves, 7 de abril de 2011

La tecnología en México



La ciencia y la tecnología en nuestro país están más o menos igual que el resto: subdesarrollado. Eso, en comparación con los países del hemisferio norte, con los países que llamamos del primer mundo o desarrollados. Sin embargo, si miramos cómo estaba la ciencia en nuestro país hace 50 años, es decir, a principios de la segunda mitad del siglo pasado, y como está ahora, ha habido un progreso extraordinario. México realmente ha dado un paso delante de gran magnitud y puede sentirse optimista en relación con las posibilidades de futuro en materia de desarrollo. Esto, insisto, si nos comparamos con nosotros mismos hace 50 años.
Cuando pensamos en cómo deberíamos estar, la respuesta es totalmente diferente: estamos en una etapa de subdesarrollo que es muy lamentable. No es porque México sea un país subdesarrollado que su ciencia y tecnología estén subdesarrollados. Es exactamente al revés. Es porque nosotros no hemos desarrollado la ciencia y la tecnología que somos un país subdesarrollado.
¿Qué ha faltado? Casi siempre se habla del apoyo a la ciencia para que se desarrolle. Es un planteamiento equivocado. Hay que apoyarse en la ciencia para desarrollar el país. No está en cuestión si sería conveniente o no. No hay más que abrir los ojos y ver el resto del mundo. Los países en los cuales la sociedad tiene un nivel de vida adecuado, son aquellos que han adoptado un desarrollo científico, y aquellos que persisten en una vida de subdesarrollo, son aquellos que no han atendido la promoción de la ciencia y la tecnología.
¿Por qué no lo hemos hecho? La respuesta es compleja. No se debe a un solo factor. En mi opinión, son tres factores los que han contribuido de manera muy importante. El primero es que somos un país muy joven. Nosotros no hemos empezado a pensar en la ciencia y la tecnología sino a partir de 1970, cuando se transformó el Instituto Nacional de la Investigación Científica en Conacyt. Hasta entonces estableció el gobierno un organismo dedicado al fomento, a la promoción y el apoyo de la ciencia y la tecnología. Es decir, hace apenas 35 años. No está mal para 35 años. Uno de los factores que han contribuido a que nos encontremos en esta etapa de desarrollo es que empezamos hace muy poco. Me refiero desde luego a la tradición científica, no a la historia. La historia de la ciencia en México data del siglo XVI, desde la fundación de nuestro país como tal. Hemos tenido luminarias, gente muy importante a lo largo de estos cuatro siglos, pero ha sido eso, personas, individuos, no una comunidad, que establece escuelas, y que empieza a crecer. Nuestra historia científica es magnífica, pero nuestra tradición es muy reciente.
¿Entonces, por qué no se apoya? Es que no existe un conocimiento adecuado de las distintas formas en que la ciencia y la tecnología pueden contribuir a mejorar la vida del país. Es el segundo problema. Se piensa en ella siempre con un criterio utilitarista. Ya lo decía el presidente López Portillo: ciencia sí, pero… ¿para qué? Como si esta pregunta no tuviese ya una respuesta dada durante tres siglos por países del hemisferio norte. La revolución científica, la transformación de la sociedad de una medieval y renacentista a una moderna se debe al surgimiento de la ciencia en el siglo XVII. Los países que adoptaron esta idea y promovieron el desarrollo de estas disciplinas son los que están ahora a la cabeza del mundo. Nosotros no tenemos todavía esta idea de que la ciencia promueve mucho más que el desarrollo económico. Siempre se ha pensado en la ciencia como una especie de apéndice de la tecnología. Algo que se necesita para desarrollar tecnología, y entonces transformar la economía del país. No, la ciencia es otra cosa.
Tuvimos un movimiento social extraordinariamente importante que conmovió a la nación. Entre 1930 y 1950 apenas empezamos a estabilizarnos y a pensar en qué queríamos transformar nuestro país. Pasamos de una sociedad agrícola a una sociedad industrial. Esto, sin capital y, naturalmente, no se puede ir deprisa en esa dirección cuando no se tienen los recursos para hacerlo. Aquí, el gran primer quiebre. Se desatendió entonces una serie de actividades que debieron ser promovidas por el Estado por atender esa transformación tan ruda de nuestra sociedad. El principal problema es que se hizo a un lado la educación.

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